sábado, 3 de octubre de 2009

A cien años del nacimiento de mi padre





Para compartir con algunas personas


Buenos Aires, a cien años de tu nacimiento, 2 de octubre de 2009

Querido Viejo:
Celebración de la vida. Si hay algo que compartí con vos es la celebración de todas las cosas que el Buen Dios nos regala en esta tierra para nuestro goce. “Mil gracias derramando/ pasó por estos sotos con presura/ y, yéndolos mirando,/ con sola su figura/ vestidos los dejó de su hermosura”. No gozarlas sería un desprecio a tantos dones.
Vos fuiste un maestro de la alegría, del gozo sensible: el agua que cantaba en los arroyuelos de Córdoba, la playa, el mar, la alegría, la risa, la buena compañía. Si hubieras sido un amargo enjuto, un desabrido, no hubieras tenido tanto a que renunciar cuando llegó la hora de ofrecer esa vida tan intensamente vivida. Tenía que ser por algo que valiera más que todos esos dones que tan bien supiste apreciar, que me enseñaste a apreciar.
Te agradezco, sobre todo, que me transmitieras el amor por la belleza, la pasión del amor entre el varón y la mujer. El amor pleno, expresado sin sombras de mojigaterías ni de pacatas renuncias a la pasión carnal
Te vi admirar la inteligencia de mi madre; la supiste elegir a tu misma altura. Pero te vi, también, cantar a sus ojos, a sus labios, a sus bellísimas piernas, a su figura toda; te vi, hasta el último día, besarla y abrazarla en público, ante la mirada atónita de alguno de tus amigos (creo que te perdonaban aún menos que la consideraras tu par intelectual pues no era común en los círculos en que nos movíamos). Recuerdo tu picardía cuando apuntabas que mamá recibía semejantes desbordes afectivos “halagada y ofendida”. Ella tenía que sostener su imagen de dama elegante y displicente; pero, ¡pobre de vos si hubieras renunciado a ese permanente homenaje! Ese amor tan singular entre vos y mamá fue regalo esencial, lo mejor de tu herencia para nosotros. Anda tan devaluado el amor que creo que la inmensa mayoría de los jóvenes ni tienen idea de lo que se trata.
Imposible no recordar la expresión desbordada, a tu manera, de todo lo que dije, en el festejo de tu último cumpleaños. Recuerdo bien ese día con Mario, los chicos, Tía Isolina, Amalia… Compartir el pan y el vino con vos era siempre una fiesta. Como ir al cine a ver a John Wayne o a Gary Cooper.
El próximo 27 de octubre evocaré el momento en que te despediste de estos gozos, de esas fiestas, para alcanzar la Fiesta de la vida eterna. Y eso lo hiciste a lo grande. Por Dios y por la patria por los que vale ofrendar la vida... “que no es una bengala para quemarla en fuegos de artificios”.
Hoy otros recordarán tu obra y tu pensamiento Yo quiero evocarte así.

Un beso

Tu hija Lis




María Lilia Genta

No hay comentarios:

Publicar un comentario