martes, 24 de noviembre de 2009

Misa en el XXXV aniversario de Jordán B. Genta¿Preces polémicas?


Una Misa se justifica por sí misma. En ella se renueva el sacrificio de la Cruz. Del Crucificado que le dijo al Padre: “Perdónalos, Señor, no saben lo que hacen.”
Quizás haya sido una osadía de la familia de Jordán B. Genta intentar proclamar, treinta y cinco años después de su muerte, la imitación de la Cruz, en forma pública. ¡Costó tanto al principio! Sólo la gracia de haber contado con excelentes sacerdotes y psiquiatras nos sacó del marasmo de sentimientos encontrados.
Este 27 de octubre, al terminar la Misa en la Parroquia de las Victorias, cuando se apagaban los acordes del Cristo Jesús, recibí un abrazo que me compensaría de todos los “azotes” recibidos por esta osadía de rezar por los muertos de ambos lados caídos durante treinta años de guerra subversiva: el abrazo de Daniela Eva Donda. Las palabras que me dijo quedarán como algo privado entre ambas. Ella representa el drama de muchas familias argentinas de los años 70 y después. A ella le comprenden las dos últimas preces que se rezaron en la misa. “Para que las familias de aquellos que durante la Guerra Revolucionaria perdieron, violentamente, a sus seres queridos, de ambos lados, sepan edificar la verdadera concordia en tu Paz”. “Por los que sufren, en especial los más de seiscientos presos políticos y sus familias para que entendamos que “ya no podemos estar en otra parte y no podemos ya estar distraídos”, para que el Señor los conforte y los auxilie y a nosotros nos niegue el descanso hasta que logremos su libertad”. En la primera de estas dos preces se rezó por sus padres; en la segunda, por su tío, el que la crió y a quien ella considera el abuelo de sus hijos.
Es la mano de ella la que quise tomar, no las de Righi. Kunkel, Bonasso, Vertbinsky, Duhalde, viejos montoneros devenidos funcionarios, ni menos las del matrimonio Kirchner, montoneros advenedizos y de pacotilla. La actitud ante estos enemigos de la Patria, a la que están desollando, ahora, la expliqué claramente en un programa de televisión y en varios escritos públicos. Me parece que corresponde hacerlo allí, en esos ámbitos. Además, a esta altura de mi vida, creo que nadie tiene derecho a tomarme examen de ortodoxia y de fidelidad a mi militancia nacionalista. Por otra parte, el sentido exacto de esa oración por todos, lo explicó con absoluta claridad y precisión el sacerdote en su homilía. No creo que nadie que se proclame católico pueda discutir u objetar la autoridad de esa palabra.
Jordán Bruno Genta fundó una familia que lo ama, lo admira y lo venera. Tiene un bisnieto que lleva su nombre. Pero tengo muy en claro que, como familia, no somos los dueños de su memoria. Que cada cual lo recuerde como quiera. A todos respeto y a nadie obligo a tener la imagen que yo tengo de mi padre ni nadie tampoco puede tener los recuerdos que yo guardo de él.
Sólo quisiera poder expresarme mejor para compartir con los viejos y nuevos amigos algo de la magnífica humanidad de mi padre, de esa inmensa caridad con que enseñó la verdad. Él hizo vida el lema Caritas in Veritate, la Caridad en la Verdad.

María Lilia Genta

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