domingo, 4 de octubre de 2009

Reseña Biográfica


I. Nacimiento, familia, primeros años

Jordán Bruno Genta nació en Buenos Aires, el 2 de octubre de 1909, festividad de los Santos Ángeles Custodios. Pero la familia en cuyo seno vio la luz estaba muy lejos de asociar dicha festividad con el nacimiento de su segundo hijo varón. En efecto, el padre, Carlos Luis Genta, era un ateo empedernido, anarquista más por modalidad que por ideología, anticlerical impenitente. Admirador de cuanto heresiarca famoso registraban sus conocimientos de historia, le impuso a su hijo el nombre de Jordán Bruno, en homenaje a Giordano Bruno, el monje herético que acabó sus días en la hoguera. Huelga decir que ni Jordán Bruno ni sus otros dos hermanos recibieron el bautismo. Este llegaría bastante más tarde cuando, ya adultos, cada uno pudo bautizarse según diversas circunstancias y por caminos distintos.
De la madre, Doña Carolina Coli, no tenemos demasiados datos. Sabemos, sí, que era una mujer de singular belleza, muy enferma y que murió joven a causa de una enfermedad del corazón. Buscando un clima más benévolo para la salud de la madre, la familia se trasladó a Mar del Plata. Pero el mal era, por entonces, incurable y el final previsible no tardó en llegar. Jordán Bruno contaba sólo trece años a la muerte de su madre.
Carlos Luis era el dueño de una pastelería que funcionaba en la misma casa de la familia, en la calle Malabia, del barrio de Palermo, en la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En algún colegio de esa zona hizo Jordán sus estudios primarios. La Escuela Secundaria, en cambio, la cursó en el Colegio Nacional Mariano Moreno, célebre por la proverbial rebeldía de sus alumnos. Allí tuvo como celador alumno (lo adelantaba en un año) al que, con el tiempo, sería Presidente de la Nación, Arturo Frondizi; pero éste, en aquellos años juveniles, era un fervoroso militante del Partido Comunista (al igual que sus otros dos hermanos, Silvio y Risieri) que adoctrinaba a sus alumnos distribuyendo entre ellos una profusa y lujosa propaganda comunista proveniente de la por entonces recientemente creada Unión Soviética.
No puede decirse que Jordán haya sido un excelente estudiante secundario. Él mismo, siempre que se presentaba la ocasión, se encargaba de subrayarlo a sus amigos y alumnos recordando, no sin cierta picardía y fresco regocijo, las travesuras estudiantiles que incluían, de rigor, frecuentes “rabonas” y escapadas a lugares de diversión o a partidos de fútbol.
Aquellos años de la secundaria fueron, sin duda, particularmente difíciles. La ausencia de la madre, la singular ipersonalidad del padre, el carácter retraído y poco comunicativo del hermano mayor, el no menos difícil de la hermana, no aseguraban ni una infancia ni una adolescencia felices. La vida familiar transcurría, pues, en un ambiente en el que la alegría no abundaba. Sin embargo, nada de esto resintió el carácter de Jordán que, tal vez a modo de compensación, adquirió y mantuvo durante toda su vida, una alegría vital y entrañable, desbordante y contagiosa, que fue uno de los rasgos sobresalientes de su fascinante personalidad. Con esa alegría -asumida, a su tiempo, por la gracia- dictó no pocas de sus mejores lecciones de maestro cristiano.

II. El estudiante universitario

Al finalizar los estudios secundarios, ya asomaban en Genta los rasgos de su carácter: una inteligencia poderosa, una pasión inflamada y una fuerza de liderazgo que cautivaba a quienes se acercaban a él. Por aquella época lo atraían tanto el ideario marxista cuanto su praxis. Así ingresa en la entonces Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Estamos alrededor de los años 1926, 1927.
Por aquel entonces, la enseñanza universitaria se ajustaba estrictamente a los cánones del positivismo científico más radical. No obstante, se ha de señalar que desde 1910, y en el marco de un creciente cuestionamiento de los postulados del positivismo cuya crisis se hacía insoslayable, había entrado en escena una generación (la Generación del Centenario) que evidenciaba otro tipo de preferencias espirituales. Tal vez, esta nueva generación pueda ser denominada como la de los “humanistas” que iniciaron una reacción frente al positivismo, reacción que, de todos modos, no comenzará a hacerse sentir, verdaderamente, sino hasta después de 1918.
Sin embargo, este antipositvismo (que reconoce figuras señeras como Alejandro Korn y Coriolano Alberini para citar sólo a los dos que tuvieron decisiva influencia en la formación de Genta) no daba el “clima” de la Universidad. Ésta continuaba sumida, en general, en la chatura de una vida académica adocenada y convertida, en definitiva, en la “universidad profesionalista” mera proveedora de títulos profesionales sin cuidado alguno por la formación de hombres verdaderamente cultos ni, menos aún, de profesionales con una auténtica dimensión sapiencial de sus respectivas disciplinas.
Genta ingresa en la Facultad hacia el final del primer Decanato de Alberini quien vuelve a ocupar ese cargo en los años finales de la carrera de nuestro estudiante. Asiste a las clases del maestro. Muy pronto, su personalidad lo atrae irresistiblemente. Este encuentro resulta para él decisivo; y no sólo en lo atinente a la formación académica. Tal vez Alberini no lo supo nunca, pero él fue el primer hito en el admirable camino de la gracia que aguardaba a aquel joven estudiante universitario y que lo llevaría, en la fe y en el martirio, a la plena comunión con Jesucristo. Genta, que había ingresado ateo y marxista a la Universidad, abandona por completo el marxismo al egresar de sus aulas hacia fines de 1933. Fue éste el primer “golpe” de la gracia y Alberini su magnífico y providencial instrumento.
Fue en esta época que Genta conoció a una condiscípula, María Lilia Losada, joven estudiante, hija de una familia española tradicional y católica, de quien se enamoró perdidamente y para siempre. Al finalizar los estudios de grado, se casaron, en Buenos Aires, el 15 de febrero de 1934, en condiciones más que precarias pues él, enfermo de tuberculosis avanzada, se vio forzado a retirarse a las sierras de Córdoba (único remedio por entonces conocido para tan grave mal) y ella, abandonados sus estudios, lo siguió dispuesta a sostener la nueva casa con el magro sueldo de maestra rural.

III. El retiro serrano. El descubrimiento de la Filosofía Clásica. El primer magisterio.

Bialet Massé es una pequeña y pintoresca localidad situada en las serranías cordobesas, próxima a la ciudad de Cosquín, en las inmediaciones del lago San Roque. En la década del 30 era solo un puñado de casas y unas cuantas manzanas que se extendían entre la Ruta Nacional 38 y la actual calle Malvinas Argentinas; que por ese entonces era un canal de riego que traía el agua desde la Toma y regaba las quintas cercanas al río y la estancia Santa Ana. Todavía hoy, el viajero que se aventura por estos lugares puede observar, desde la carretera, en lo alto de los cerros, las viejas edificaciones donde funcionaron, durante muchos años, los hospitales especialmente construidos para los enfermos de tuberculosis pues el particular aire de la zona poseía -o se le atribuían, al menos- grandes virtualidades curativas. Fue aquí, precisamente, en el marco de un paisaje bucólico y en medio de la calma pueblerina, donde se instaló el joven matrimonio Genta tras una muy breve estancia en La Calera, una villa vecina.
Poco más de un año duró este retiro serrano. Fue un tiempo decisivo en la vida de Genta. Durante el largo y obligado reposo se sumergió en la lectura de los clásicos, especialmente, Platón y Aristóteles. Huelga aclarar que en aquella Universidad de su primera formación, ambos filósofos eran desconocidos e ignorados: la filosofía, en el mejor de los casos, comenzaba con Kant.
A la vez que su salud se restablecía, las lecturas le abrían, paulatinamente, un universo desconocido y fascinante. Crece su entusiasmo. Poco a poco, casi imperceptiblemente, se va operando en él una extraordinaria conversión intelectual. Restablecido por completo, hacia principios de 1935, marcha a Paraná donde inicia su carrera docente en la Universidad Nacional del Litoral y en el Instituto Nacional del Profesorado de Paraná. Dicta allí las cátedras de Lógica y Epistemología, Crítica del Conocimiento, Sociología y Metafísica (todas ellas ganadas por concurso de oposición y antecedentes). De esta época son los primeros trabajos: Sentido y crisis del cartesianismo (1937), Los problemas fundamentales de la Filosofía (1938), Sociología Política (1940), Curso de Psicología (1940), La sociología y la política en Hegel (1941). En todos ellos resalta lo que podemos llamar un pathos metafísico, una vehemente y robusta reivindicación de la Metafísica. Es en estos años que lee la obra del filósofo francés Jacques Maritain, Distinguir para unir o los Grados del Saber, a la que dedica un comentario bibliográfico en el que puede leerse: “En esta obra actualísima culmina un movimiento renovador y se retoma el hilo de la meditación rectora de Occidente, ya dos veces consumada en Aristóteles y en Santo Tomás. El vigor perenne de la filosofía realista se evidencia, tanto en su fuerza asimiladora y progresiva, cuanto en su resistencia victoriosa a todas las negaciones del idealismo y del materialismo” (Maritain y la rehabilitación de la inteligencia, copia fotostática sin mención de fuente ni fecha; circa 1939). El camino hacia el pleno encuentro con el Doctor Angélico ya se ha iniciado y no tendrá, de ahora en adelante, pausa alguna.

IV. La Fe y la Patria

Junto con esta notable transformación intelectual, que en Genta se cumple por una vía estrictamente filosófica, se va dando otra transformación, más ésta de carácter sobrenatural porque tiene que ver, directamente, con la obra de la gracia. Es en Paraná, en efecto, donde se pondrá en contacto con singulares personalidades del clero católico local, con lo que dará comienzo el largo proceso de conversión religiosa. Son años fecundos, de progresiva maduración intelectual y religiosa: en 1940 recibe el Bautismo; ese mismo año, hace su matrimonio por la Iglesia.
Pero la Fe Católica llega unida al amor a la Patria, a la Argentina histórica. Conoce la verdadera historia argentina gracias a la lectura de los autores revisionistas cuyas obras descubre en la biblioteca del que fue su eminente y dilecto amigo de esta época, el Dr. Álvarez Prado. Y así, a la par de su conversión a la Fe, se va dando su conversión política que lo liga, para siempre, con la corriente doctrinal del Nacionalismo católico del que llega a ser, con el tiempo, maestro y guía.
Son aquellos, años decisivos, grávidos de acontecimientos internacionales que repercuten fuertemente en nuestro país. La Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, después, van condicionado la política nacional. La oposición entre los partidarios de la entrada argentina en la guerra y los que se oponen a ella, en pro de la neutralidad, tensiona de tal manera la política interna que la estabilidad del gobierno constitucional entra progresivamente en crisis. La salida militar aparece en el horizonte. En estas circunstancias inicia Genta una relación estrecha con las Fuerzas Armadas. En 1941 pronuncia, en el Círculo Militar de Buenos Aires, una célebre conferencia, La formación de la inteligencia ético-política del militar argentino, verdadera pieza antológica de una educación castrense centrada en las virtudes heroicas y en la imitación de los grandes arquetipos guerreros. En 1943, ya producido el movimiento revolucionario del 4 de junio de ese año, vuelve a disertar en la misma tribuna, esta vez con una conferencia sobre La función militar en la existencia de la libertad, que reafirma la misma línea doctrinal de la anterior. La educación militar fue una preocupación constante de Genta: sin duda, ella tiene en estas dos piezas oratorias, su punto de partida.
El Gobierno instalado a raíz del antedicho movimiento militar lo designa Rector Interventor en la Universidad Nacional del Litoral. Su gestión fue breve y estuvo signada por grandes conflictos y duros enfrentamientos con los grupos más radicalizados de la izquierda universitaria. Quedan, como testimonios de este paso por la función pública, una serie de escritos, recogidos, después, en un volumen, Acerca de la libertad de enseñar y de la enseñanza de la libertad (1945) donde se contienen las grandes líneas del pensamiento pedagógico de Genta.

V. Retorno a Buenos Aires. Ostracismo y segundo magisterio

Al cesar en su cargo de Rector Interventor de la Universidad Nacional del Litoral, en mayo de 1944, Genta clausura el ciclo iniciado en 1935 al que hemos denominado su primer magisterio. En esa fecha se traslada a Buenos Aires donde asume el Rectorado del Instituto del Profesorado Secundario, el 6 de junio de 1944. En la ocasión pronuncia un discurso, Misión del Profesorado Argentino, otra notable pieza en la que señala la urgente necesidad de restaurar la inteligencia de los docentes argentinos, afirmándola en el cultivo de la sabiduría perenne. En agosto de ese mismo año inaugura la Escuela Superior del Magisterio, tal vez la más importante de sus realizaciones pedagógicas.
Pero los acontecimientos políticos no son favorables para Genta. Su enfrentamiento con las autoridades del Gobierno militar se acentúa de manera vertiginosa. El 2 de abril de 1945, al inaugurar el año lectivo del Instituto, un grupo de provocadores, al servicio del gobierno, intenta interrumpir el acto académico. Si bien no alcanza su propósito, el objetivo central está logrado: apartar a Genta de todo cargo oficial. En mayo de ese mismo año el Gobierno dispone, por decreto, la cesantía de todos los cargos docentes. Se inicia, de este modo, un largo ostracismo que, con algunas variantes, se mantendrá hasta la muerte.
Pero curiosamente, es en este ostracismo donde Genta va a cumplir su segundo magisterio cuya fecundidad y riqueza admiran. Tras un fracasado intento de fundar una Universidad privada, la Universidad Libre Argentina, se recluye en su casa donde funda una Cátedra Privada de Filosofía. La lección inaugural de esta Cátedra, dictada el 15 de abril de 1946, lleva por título Rehabilitación de la inteligencia. A esta época corresponden sus obras más maduras y meditadas: El filósofo y los sofistas, La Idea y las ideologías, que recogen los cursos sobre Platón (tres años); siguen los Cursos sobre San Agustín (tres años), recogidos en varios escritos no publicados; finalmente, la Lectio, sine die, de Tomás de Aquino. No son ajenas a este período algunas publicaciones históricas: La Masonería en la historia Argentina (1949), Correspondencia entre San Martín y Rosas (1950), San Martín, doctrinario de la política de Rosas (1950) y otros escritos y opúsculos de diversa temática. En 1950 funda el periódico Vita Militaris, de franca oposición al Gobierno, del que sólo se editan ocho números. Producida la Revolución Libertadora, en 1955, funda otro periódico, Combate, cuyas ediciones cesaron en 1967.
Durante este segundo período de su magisterio se va completando su conversión religiosa. En 1950 recibe, por vez primera, la Eucaristía sellando, así, su encuentro personal, definitivo, con Jesucristo por cuya Gloria y Reinado batallará y vivirá hasta el último día.

VI. La Guerra Revolucionaria. El último magisterio

Al iniciarse la década de los años sesenta aparece en la escena política argentina un fenómeno singular, la Guerra Revolucionaria, fenómeno convulso y sangriento que se extenderá por espacio de casi veinte años. Este acontecimiento imprime un giro en la vida y en la obra de Jordán B. Genta.
Hemos visto de qué modo la Fe y la Patria se hicieron en Genta un solo amor desde el comienzo mismo de su conversión. Toda su tarea filosófica estuvo, desde siempre, unida indisolublemente al compromiso, militante, por la Argentina. Fue un filósofo en el más estricto y propio sentido del término, y fue, por sobre todo, un filósofo cristiano; su periplo intelectual, lo hemos visto, testimonia el itinerario intelectual de una mente filosófica que busca la verdad hasta llegar, por último, a la Verdad Encarnada. Pero por imperio de las circunstancias, movido por un ejercicio poco usual de la virtud del patriotismo, abandonando en cierto modo la tranquilidad de la vida académica, no tuvo reparos en descender a la arena política toda vez que la Patria se lo reclamara. A decir verdad, este reclamo de la Patria -al que respondió con singular solicitud por su salvación y por su supervivencia- se acentuó y se hizo dominante en los años de este tercer período de su magisterio.
Por cierto, nunca abandonó la vida contemplativa; por el contrario, ella se fue acentuando y enriqueciendo porque la acción política de Genta se nutrió, siempre, de la contemplación. En este sentido fue la suya un modelo de vida mixta, en todo conforme a la enseñanza del Doctor Angélico. Pues bien; hay en este magisterio último una preocupación central por el comunismo, inspirador y ejecutor de la Guerra Revolucionaria. Fruto de esta preocupación es su importante obra Libre examen y comunismo (1960) donde analiza, en su raíz teológica, el fenómeno comunista: “el comunismo marxista -escribe- se reduce a una cuestión religiosa fundamental”. A medida que la guerra subversiva se intensifica, Genta advierte la necesidad de preparar, espiritual y doctrinariamente, a quienes son, por naturaleza, los guardianes de la Ciudad asediada. Las Fuerzas Armadas. A ellas van dedicados, de un modo casi exclusivo, los esfuerzos de este magisterio final. En 1964 ve la luz Guerra Contrarrevolucionaria (cuya redacción original en fascículos data de 1962), texto de formación política destinado a los cuadros de la Fuerza Aérea, primero, y a las otras armas, después. Al año siguiente, 1965, agotada rápidamente la primera, aparece la segunda edición. Al mismo tiempo se multiplican los artículos periodísticos cuyo número supera el centenar. En 1969 publica una Edición crítica del Manifiesto Comunista. Siguen Seguridad y desarrollo (1970), Principios de la Política (1970), la tercera edición de Guerra Contrarrevolucionaria (1971), El Nacionalismo argentino (1972) y, su último libro, Opción política del cristiano (1973). Son escritos de urgencia, redactados al correr de la pluma, con citas de memoria (era ésta prodigiosa), respondiendo al pedido apremiante de grupos civiles y militares que, de esta manera, procuraban llevar la palabra del Maestro a todos los rincones del país. Súmese, además, una actividad ininterrumpida de conferencista y los viajes continuos por el interior de la República; todo ello sin descuidar, desde luego, los cursos de filosofía que dictó hasta pocos días antes de su muerte.

VII. Últimas lecciones y muerte.

En el año 1974 se celebró el VII Centenario de la muerte de Santo Tomás. Fue ese uno de los años más trágicos de la historia argentina contemporánea. Un país en llamas. Sangre y fuego por doquier. Los asesinatos y los atentados terroristas eran cosas cotidianas. Comenzaron, entonces, para Genta las amenazas de muerte. Pero nada detuvo su actividad. Siguió enseñando y se preparó para contribuir a la celebración del Centenario del Angélico. En agosto de ese año viaja a la ciudad de Córdoba donde dicta una conferencia sobre Santo Tomás y la realidad nacional.
El clima político se torna, en los meses siguientes, cada vez más grave; las amenazas se intensifican: son “puntuales”, cada semana. El 26 de octubre, dicta su última conferencia, la misma de Córdoba. Alaba a Santo Tomás, modelo de Doctor cristiano. Exalta la vida contemplativa. Reivindica el sentido egregio y originario de la Universidad como el lugar propio de la inteligencia. Elogia la grandeza de los siglos cristianos. Evoca la Argentina heroica de la Confederación. Y concluye con estas palabras que son su testamento: “Lo que necesita un pueblo es Teología y Metafísica”.
A la mañana siguiente, último domingo de octubre, antigua Festividad de Cristo Rey, sale de su casa camino a Misa. Un comando guerrillero lo mata de once balazos. Cayó sobre el asfalto haciendo la señal de la Cruz.





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