domingo, 27 de octubre de 2013
XXXIX Aniversario
Nuestro deber cívico es engrandecer la Patria, no sostener el circo. Hoy, 27 de octubre, a 39 años de su asesinato, tomamos su bandera, su testimonio y su legado.
"Se está convirtiendo al país en un paralítico para terminar derribándolo de un puñetazo. Y sobre las ruinas no va a levantarse el paraíso terrenal sino el infierno comunista, que lo mismo llega por la vía del terror sistemático como por la vía democrática del sufragio universal" (Guerra Contrarrevolucionaria).
Jordán Bruno Genta ¡presente!
¡ Viva la Patria! ¡Viva Cristo Rey!
Jordán Abud
viernes, 28 de octubre de 2011
JORDÁN BRUNO GENTA, EL GRAN CAMARADA
Verbo, vita et sanguine docuit
Daniel Omar González Céspedes
El domingo 27 de octubre de 1974 caía acribillado Jordán Bruno Genta. Nos mataban al Gran Camarada. El enemigo de ayer -que es el mismo de hoy- creía que “apuntando a la cabeza” terminaría con él y con lo que éste representaba. ¡Cómo se equivocó! Ya que su vida y su magisterio suscitaron la admiración de muchos que hoy queremos continuar con sus enseñanzas. Porque el dar la vida por Dios y por la Patria no es vano a los ojos del Señor de las Batallas y sabemos que “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.
El mejor homenaje, a treinta y siete años de su muerte, es intentar imitarlo, es decir, dar nosotros mismo testimonio. ¿Cómo? “como los antiguos mártires, y los millares de Santos que refulgen en la historia de la Iglesia, dar testimonio de que la vida es tanto más digna de ser vivida, cuanto más dedicada está al servicio de Dios, de sus mandamientos y de una causa justa, como es la de nuestra Patria restaurada en Cristo”. [1].
Si queremos ser fieles a Dios y a nuestra Patria argentina tenemos que tener en nuestra alma la disposición al martirio, lo cual no quiere decir que el Señor nos lo vaya a pedir; pero insisto, la disposición interior debe estar.
Derramar nuestra sangre por Cristo reviste un carácter extraordinario. Pero el testimonio puede revestir también un carácter ordinario. Hablamos, entonces, del testimonio de la palabra y de la conducta. Estos dos, el Señor sí nos lo reclama. No es fácil pero debemos ser fieles a ese testimonio silencioso, constante, difícil, incomprendido y heroico.
Se ha hablado y “opinado” bastante sobre si la muerte de Jordán Bruno Genta revistió un carácter martirial debido al carácter político de él.
Ha sido Santo Tomás de Aquino quien enseñó que también por el bien de la república se puede llegar a ser mártir: “El bien de la república es el más alto entre los bienes humanos. Pero el bien divino, causa propia del martirio, es más excelente que el humano. Sin embargo, como el bien humano puede hacerse divino al referirse a Dios, cualquier bien humano puede ser causa del martirio en cuanto referido a Dios” (2-2, 124, 5, c.).
Digámoslo claramente y con todas las letras. Es martirio en sentido estricto de la palabra. Al maestro Genta lo matan por odio a la fe (odium fidei). Sus asesinos así lo manifestaron en una satánica carta dirigida al entonces director de la Revista Cabildo, Don Ricardo Curutchet [2].
Entre las muchísimas enseñanzas que le debemos a Genta quisiéramos rescatar las siguientes:
Fue, ante todo, un maestro en el sentido estricto de la palabra. Lo fue porque era un contemplativo. El verdadero magisterio no es otro más que aquel que tiene su fuente en la Verdad que se enseña. Contemplar y manifestar lo contemplado. He aquí la nobilísima misión magisterial. Y gracias a que le dio preeminencia al ocio es que pudo conocer y entender la realidad tal como se presentaba. Avizoró el peligro que se cernía sobre la Patria y por eso se dedicó al adoctrinamiento.
Nos legó la más alta doctrina de guerra contrarrevolucionaria, tan vigente como necesaria para hoy. Allí nos enseña las verdades que hay que defender y los errores que debemos combatir.
Amaba a esta bendita tierra argentina. De allí que: “El Nacionalismo argentino necesita que la Patria sea amada y servida en Cristo, por todos aquellos que abracen su causa y sean capaces del sentido heroico de la vida.
Tan sólo investidos con la fuerza de Cristo y de María, será posible enfrentar y vencer a las legiones del Padre de la Mentira que están arrasando las Naciones con el poder del dinero y el poder de la Subversión [3]. Por eso es que quiso para el Nacionalismo la solidez y el rigor de una elevada doctrina política, libre de todas aquellas ideologías destructoras y disolventes del alma de la Patria. Nos dejó la más clara y precisa definición de cómo tiene que ser nuestro Nacionalismo: “constructivo y restaurador, jerárquico e integrador, cristiano y argentino en su contenido y en su estilo. Una afirmación soberana frente a la Plutocracia y al Comunismo” [4].
La opción política que planteó no fue infructuosa. Es la misma que hoy necesita esta desgarrada patria. Véase la tremenda vigencia de sus palabras: “La Soberanía política de la nación cuyo ejercicio hace posible el servicio del Bien Común, no se funda en los derechos del hombre y del ciudadano, ni en el sufragio universal, sino en la manifestación más pura y más elevada de la persona humana que es el sacrificio […] El principio de su única opción política debe ser el Reino de Cristo en el alma y en la Ciudad. No caben los términos medios, ni transigencia, ni concesión, ni componenda en nada. Su lenguaje y sus acciones, sí, sí y no, no. Esta es la conducta que nos dicta la virtud prudencial informada y realizada por la Caridad” [5]. Sabemos de algunos que han planteado que la opción política de Genta es pura teoría pero que es estéril ya que no podría ser aplicada. Estamos totalmente en desacuerdo. ¿Por qué lo mató el enemigo? El orden temporal debe ser conforme a la fe. Estúdiese y medítese en serio su libro Opción Política del Cristiano y después charlamos.
Su muerte “sobre el asfalto y el lirio”, tratando de hacer la Señal de la Santa Cruz, fue su última y más grande lección. Con ella nos enseña que vale la pena vivir luchando por los más altos ideales.
El día anterior a su martirio había pronunciado una conferencia en homenaje al Doctor Angélico en el VII centenario de su muerte. La comenzó diciendo: “Vivimos una hora grave, solemne y decisiva. Acaso sea mejor para los hombres, y en especial para los cristianos, tener que vivir peligrosamente, expuestos a morir en cualquier momento. Digo que acaso sea mejor, porque aún antes del Cristianismo, el verdadero fundador de la Filosofía en Occidente, que fue Sócrates, enseñó que la Filosofía es una preparación para la muerte. Y nosotros adoramos a un Dios hecho hombre, crucificado por amor, en la figura del fracaso y de la muerte. No hay, pues, otro modo de llegar a la Vida verdadera, que recorrer el itinerario de Nuestro Señor Jesucristo” [6].
Que Nuestro Señor Jesucristo nos conceda la gracia de que la muerte nos encuentre -al igual que al maestro Genta- en esa definición católica y nacionalista que profesó y a la cual consagró su vida.
[1] Genta, Jordán Bruno, El asalto terrorista al poder, Ed. Santiago Apóstol, Bs. As., 1999, p. 261.
[2] El tenor de la carta (donde se refieren a Genta y a Sacheri) habla a las claras que en la redacción hubo una mano religiosa apóstata.
[3] Genta, Jordán Bruno, El Nacionalismo argentino, Ed. Cultura Argentina, Bs. As., 1972, pp. 103 y 104.
[4] Ídem ant., p. 91.
[5] Genta, Jordán Bruno, Opción política del cristiano, Ed. Cultura Argentina, Bs. As., 1977, pp. 37 y 40.
[6] Genta, Jordán Bruno, Testamento Político, Ed. del Buen Combate, Bs. As., 1984, p. 25.
martes, 26 de octubre de 2010
martes, 16 de marzo de 2010
Los fantasmas de Ferrari
María Lilia Genta
En lugar de sumergirme en mis lecturas preferidas, en vacaciones, las magníficas novelas policiales inglesas -solaz y relax-, acuciada por amigos y parientes, me vi obligada a comprar y leer Símbolos y fantasmas, el último libro de Germán Ferrari.
No pretendo en estas líneas agotar el tema ni desmentir las infinitas falacias en las que incurre el autor. Eso queda para futuros escritos. Me interesa, ahora, referirme a lo que considero la intención principal de estas páginas de Ferrari.
Paso por alto la obscena “poesía” puesta como epígrafe del capítulo dedicado a mi padre, Jordán B. Genta (¡ciento dos páginas!). Bazofia. Vamos al punto. El autor reduce a cuatro los “símbolos y fantasmas”, es decir, las víctimas de la guerrilla que tienen, según el peculiar criterio de Ferrari, vigencia al día de hoy y cuyo solo recuerdo señala un peligro para la sociedad: Aramburu, Genta, Rucci y Larrabure. ¿Por qué ellos? Porque siendo, como son, casos emblemáticos, se trata de instalar brumas y dudas sobre los autores de sus asesinatos. ¿Al General Aramburu lo mandó a matar Onganía? ¿Fue un arreglo de los Servicios de Inteligencia con los Montoneros? ¿A Genta lo asesinaron las Tres A? (en muchísimas publicaciones de izquierda se lo acusa a mi padre de pertenecer a las Tres A: ¡cuánta contradicción!). Rucci había dicho, en más de una ocasión, que a él lo matarían “los inmundos bolches y trotskistas”. De modo sibilino, el autor presenta el caso como una lucha entre gremialistas de signo diverso. ¡Total los gremialistas acostumbraban a “amasijarse” entre ellos! Pero lo peor, lo más canallesco, es afirmar que Larrabure se suicidó. ¿Cómo pudo haberse suicidado, con qué fuerzas, ese hato de huesos recubiertos de piel que se encontró metido en una bolsa, dos días después de su muerte? Por supuesto, Ferrari deduce que el Ejército mintió en cuanto a la autopsia y hasta tiene el tupé de citar, a favor de la tesis del suicidio, un reglamento de la guerrilla donde los “jóvenes idealistas” disponen acerca del régimen de los prisioneros -cuando no tenían más remedio que hacer prisioneros- a saber; buen trato, buena habitación, buena comida… ¡verdaderos spas! Que lo digan los 37 kilos que pesaba el Coronel Ibazabal cuando lo asesinaron públicamente en una ruta.
No es difícil, pues, presumir la intencionalidad de este libro. Es muy clara: un muerto se lo adjudica a Onganía, otro a la Tres A, otro a gremialistas enemigos y a Larrabure lo suicida lo que, de paso, viene a nublar su recuerdo de cristiano ejemplar como surge de las notas halladas emparedadas en su “celda” (el pozo). Las organizaciones guerrilleras no secuestraron, no asesinaron, no torturaron… ¿qué hicieron?
En cuanto a mi padre siempre estuve y estoy orgullosa de que lo hayan elegido entre tantos y excelentes filósofos tomistas (que los hubo y hay en Argentina) para “ejecutarlo” como después lo hicieron con Sacheri. Algo habrán visto en ellos sus enemigos -mucho más allá de lo académico- para depararles el honor de unas muertes socráticas y cristianas.
En lugar de sumergirme en mis lecturas preferidas, en vacaciones, las magníficas novelas policiales inglesas -solaz y relax-, acuciada por amigos y parientes, me vi obligada a comprar y leer Símbolos y fantasmas, el último libro de Germán Ferrari.
No pretendo en estas líneas agotar el tema ni desmentir las infinitas falacias en las que incurre el autor. Eso queda para futuros escritos. Me interesa, ahora, referirme a lo que considero la intención principal de estas páginas de Ferrari.
Paso por alto la obscena “poesía” puesta como epígrafe del capítulo dedicado a mi padre, Jordán B. Genta (¡ciento dos páginas!). Bazofia. Vamos al punto. El autor reduce a cuatro los “símbolos y fantasmas”, es decir, las víctimas de la guerrilla que tienen, según el peculiar criterio de Ferrari, vigencia al día de hoy y cuyo solo recuerdo señala un peligro para la sociedad: Aramburu, Genta, Rucci y Larrabure. ¿Por qué ellos? Porque siendo, como son, casos emblemáticos, se trata de instalar brumas y dudas sobre los autores de sus asesinatos. ¿Al General Aramburu lo mandó a matar Onganía? ¿Fue un arreglo de los Servicios de Inteligencia con los Montoneros? ¿A Genta lo asesinaron las Tres A? (en muchísimas publicaciones de izquierda se lo acusa a mi padre de pertenecer a las Tres A: ¡cuánta contradicción!). Rucci había dicho, en más de una ocasión, que a él lo matarían “los inmundos bolches y trotskistas”. De modo sibilino, el autor presenta el caso como una lucha entre gremialistas de signo diverso. ¡Total los gremialistas acostumbraban a “amasijarse” entre ellos! Pero lo peor, lo más canallesco, es afirmar que Larrabure se suicidó. ¿Cómo pudo haberse suicidado, con qué fuerzas, ese hato de huesos recubiertos de piel que se encontró metido en una bolsa, dos días después de su muerte? Por supuesto, Ferrari deduce que el Ejército mintió en cuanto a la autopsia y hasta tiene el tupé de citar, a favor de la tesis del suicidio, un reglamento de la guerrilla donde los “jóvenes idealistas” disponen acerca del régimen de los prisioneros -cuando no tenían más remedio que hacer prisioneros- a saber; buen trato, buena habitación, buena comida… ¡verdaderos spas! Que lo digan los 37 kilos que pesaba el Coronel Ibazabal cuando lo asesinaron públicamente en una ruta.
No es difícil, pues, presumir la intencionalidad de este libro. Es muy clara: un muerto se lo adjudica a Onganía, otro a la Tres A, otro a gremialistas enemigos y a Larrabure lo suicida lo que, de paso, viene a nublar su recuerdo de cristiano ejemplar como surge de las notas halladas emparedadas en su “celda” (el pozo). Las organizaciones guerrilleras no secuestraron, no asesinaron, no torturaron… ¿qué hicieron?
En cuanto a mi padre siempre estuve y estoy orgullosa de que lo hayan elegido entre tantos y excelentes filósofos tomistas (que los hubo y hay en Argentina) para “ejecutarlo” como después lo hicieron con Sacheri. Algo habrán visto en ellos sus enemigos -mucho más allá de lo académico- para depararles el honor de unas muertes socráticas y cristianas.
viernes, 5 de febrero de 2010
Clarín: Relativismo a la Eñésima
Escribe Miguel De Lorenzo
A mediados del siglo veinte, el editor de cierto periódico francés le pidió a un periodista y escritor, de nombre olvidable, que, próxima ya la fecha de la Navidad redactara un artículo sobre el significado del nacimiento de Jesús. Dicen los que saben que el periodista preguntó: ¿Cómo lo hago, lo quiere a favor, o en contra?
Extremo escabroso dirán algunos, puede ser, pero aún así resalta las iniquidades, empujones y manipulaciones que se entrelazan con la noble profesión de periodista. Son signos visibles del oscurecimiento de la conciencia de la sociedad contemporánea, capaz de hacer que la noticia más importante en la historia de la humanidad, pueda ser manipulada, “re-escrita” de acuerdo a conveniencias circunstanciales.
Entre nosotros los ejemplos abundan, aunque resalta el caso del grupo Clarín que durante años construyó con el grupo k una sociedad comercial donde, los medios Clarín, aprobaban de manera automática todos los avasallamientos, DNU, monomanías y saqueos que se le ocurrieran a k, a cambio de redondos negocios automáticos que llegaban desde el mismo poder k.
Lo cierto es que por alguna desconocida razón ambos grupos chocaron y dos buenos socios dejaron de serlo. Por alguna extraña razón parece haberse terminado un próspero negocio que prometía para ellos cien años de poder, plata y… ¡buenas noticias!
Es frecuente observar como, estos equilibristas de la ideología exageran su reacción cuando en medio de alguna voltereta caen del lado incorrecto. Vemos todos los días la sobreactuación de la pareja K, que de fervorosos apropiadores de inmuebles durante el proceso han pasado ahora a ser los tutores de los jóvenes “idealistas”, esos de los que antes, les importaba nada.
Clarín, por su parte - aunque hoy cueste creerlo - opinaba de este modo sobre la guerra subversiva: “[…] va de suyo que ninguna motivación racional puede encontrarse ante esta expresión superlativa del ejercicio de la crueldad.
“[…] quienes cuestionan a la Argentina a través de críticas maliciosas tienen ahora un nuevo motivo para advertir la medida en que debió soportar una agresión enderezada a destruir su propia identidad como nación.
“[…] esta es la hora de terminar con los restos de la subversión quitándole toda posibilidad de recuperarse”.
Vaya uno a saber de que manera es posible conjugar estos párrafos editoriales de 1978, con las docenas de artículos de los últimos años, clamando por las víctimas de la represión militar, de una represión que siguiendo las frases anteriores, parecía que Clarín pedía a gritos.
Ahora los vientos cambiaron y lo adecuado para el negocio es enfocar el discurso hacia el lado de la guerrilla revolucionaria y en ese tono un artículo de la Revista Ñ, firmado por Fabián Bosoer intenta la crítica de tres libros sobre la derecha en la Argentina y se aventura en la cuestión como si supiera de lo que trata.
La palabra es intenta porque la cosa no pasa de ahí. Se marca en seguida la ignorancia del Bosoer sobre el tema que aborda por lo que el texto abunda en simplificaciones y errores.
No hubo investigación ni análisis apoyado en los hechos históricos o los documentos, sino nombres confusamente amontonados, sobre los que llueven adjetivos y descalificaciones, todo rigurosamente pintado y borroneado con la ideología del autor. Reduccionismo inapropiado para tratar de estudiar con seriedad una realidad compleja y dolorosa. La lectura, además no deja de incomodar sobre todo, por la liviandad agresiva, no siempre disimulada, hacia las personas que menciona.
En nuestro país esto de reescribir el pasado, se ha convertido casi, en deporte nacional, no importa lo que cada uno sepa de historia, política, o filosofía, no importa cuanto se aparte de la verdad, mientras sus páginas se adapten al pensamiento correcto y oficial y único, está asegurado que se divulgue por todos los medios.
Buena parte del artículo esta dedicado a Jordán B. Genta. Curiosamente coincide con otro de M. Bunge en Perfil. Y decimos coincide, no solo en cuanto a la aparición casi simultanea de ambos, sino por la otra coincidencia, la del ataque furibundo y mentiroso.
No sería posible un estudio detenido, porque suele ser dificultoso analizar tan inconsistente desmesura. Pero tomemos algunas muestras de Ñ. Se refiere, por ejemplo, a lo fantasioso del pensamiento de Genta: “[…] imaginaba a la subversión medrando en forma solapada en todos los órdenes de la vida nacional, los partidos, las universidades, los sindicatos, la cultura”.
En esto el periodista acierta, Genta era un imaginativo, a tal punto que treinta años antes de su muerte se empecinaba en hablarnos de un futuro incierto que se acercaba, futuro que como todos sabemos y Bosoer nos recuerda con precisión, nunca ocurrió en nuestro país.
Analista incisivo, también es probable que haya reflexionado sobre la irrealidad de esas percepciones, al observar los once “solapados, imaginativos” balazos que Genta recibió de los idealistas del erp…
Aunque no aparecen muestras claras, también suponemos que el autor leyó los libros que comenta y profundizó en el período de la historia sobre el que opina, pero, ya que trabaja para Clarín no sería mala idea que lea las editoriales del diario de 1975: “[…] el país entero ha condenado el atropello y condenado las muertes. En la Argentina se acabó la paz, el orden, la tranquilidad no existe más […]si en nuestra patria no se detiene la ola de inmoralidad creciente, el país no solo no saldrá de la crisis sino que entrará muy pronto en el derrumbe como nación.
[…] el ataque subversivo lanzado en acrecida escala, como una negociación terminante y final de toda tentativa de convivencia, y de cualquier llamado a la conciliación…”
Hasta aquí Clarín de octubre de 1975. Eñe, hoy escribe en un tono algo distinto: “no hubo aquí dos demonios, hubo uno solo, el militarismo mesiánico, que en todo caso alimentó, por acción u omisión la espiral de la tragedia argentina…” Pasa muchas veces con los falsificadores de la historia, a fuerza de “crear” lo conveniente para cada momento, al dar vuelta la página ya opinan lo contrario.
Sigamos con el artículo de Ñ de hace unos días; Genta, según el autor, desde la década del sesenta y hasta su muerte escribía una y otra vez frases como esta: “nos estamos acercando rápidamente al borde del abismo y no hay signos de reacción, pero hemos llegado al límite”
Pero entonces ¿en que quedamos?, ¿no era la imaginación de Genta? ¿O era la de Clarín que años después, escribía casi lo mismo? Esperamos la aclaración de Bosoer…
Y más adelante refiriéndose otra vez a Genta: ”Refleja y con rasgos recargados esta simbiosis entre la tinta y la sangre”. Es cierto que en Genta se unen sus libros, sus ideas, con su muerte por el terrorismo, que por eso lo mata, no lo es menos que, desde hace tiempo se advierte otra simbiosis igualmente recargada, aunque levemente vergonzante, y de la que tal vez Clarín haya oído hablar, nos referimos a la simbiosis entre tinta y guita,
Los nacionalistas que ni en Marzo de 1976, ni después celebramos el Proceso porque había poco de que alegrarse, de todos modos nos gusta llamar a las cosas por su nombre, a los terroristas los nombramos, asesinos, a los que no dicen la verdad, mentirosos, al nacionalismo católico de esa misma y única manera, y a Jordán Genta como lo que fue, patriota, maestro, amigo y mártir.
Addenda
La Revista Ñ del 8 de enero de 2010 publica en la sección Ideas una nota que firma Fabián Bosoer: “La derecha que supimos conseguir”. La escribe a partir de la aparición de tres libros “que analizan la relación entre los intelectuales de derecha y la violencia política en la Argentina desde Lugones hasta el anticomunismo obsesivo de la guerra fría”. Apenas con el enunciado bastaría, para darse cuenta hacia donde va la nota del suplemento cultural de Clarín y de que clase es esa “Historia política”.
Aquí simplemente recordamos a través de varios editoriales, qué opinaba Clarín, en los setenta, de la guerra subversiva y algunas curiosas concurrencias entre lo que Genta advertía años antes y lo que el diario publicaría, a veces, como en 1975, con la firma de E. H. de Noble
Para aquellos nacionalistas católicos que conocemos el pensamiento de Jordán B. Genta, y tuvimos el privilegio de escucharlo, nos resulta inaceptable conceder que haya tenido participación, o estimulado de alguna manera, alguna forma de terrorismo ni militar ni de ningún otro origen. Por el contrario, hemos sido testigos, en cuanta ocasión se ha presentado, de su posición clara, terminantemente opuesta a la violencia y al terrorismo en particular.
Si lo que insinúa, es que los familiares y amigos de los caídos en la guerra subversiva, como los de La Tablada (con los que ahora probaron), además de la tragedia vivida, debemos dar explicaciones, Clarín se equivoca otra vez. Ni pusimos bombas ni asesinamos a nadie, ni alentamos a nadie a que lo haga, no tuvimos nada en común con los jefes del Proceso, no cambiamos las editoriales de acuerdo a la conveniencia de los tiempos y los negocios. ¿Realmente Clarín cree que somos nosotros los que tenemos que explicar?
martes, 24 de noviembre de 2009
Misa en el XXXV aniversario de Jordán B. Genta¿Preces polémicas?
Una Misa se justifica por sí misma. En ella se renueva el sacrificio de la Cruz. Del Crucificado que le dijo al Padre: “Perdónalos, Señor, no saben lo que hacen.”
Quizás haya sido una osadía de la familia de Jordán B. Genta intentar proclamar, treinta y cinco años después de su muerte, la imitación de la Cruz, en forma pública. ¡Costó tanto al principio! Sólo la gracia de haber contado con excelentes sacerdotes y psiquiatras nos sacó del marasmo de sentimientos encontrados.
Este 27 de octubre, al terminar la Misa en la Parroquia de las Victorias, cuando se apagaban los acordes del Cristo Jesús, recibí un abrazo que me compensaría de todos los “azotes” recibidos por esta osadía de rezar por los muertos de ambos lados caídos durante treinta años de guerra subversiva: el abrazo de Daniela Eva Donda. Las palabras que me dijo quedarán como algo privado entre ambas. Ella representa el drama de muchas familias argentinas de los años 70 y después. A ella le comprenden las dos últimas preces que se rezaron en la misa. “Para que las familias de aquellos que durante la Guerra Revolucionaria perdieron, violentamente, a sus seres queridos, de ambos lados, sepan edificar la verdadera concordia en tu Paz”. “Por los que sufren, en especial los más de seiscientos presos políticos y sus familias para que entendamos que “ya no podemos estar en otra parte y no podemos ya estar distraídos”, para que el Señor los conforte y los auxilie y a nosotros nos niegue el descanso hasta que logremos su libertad”. En la primera de estas dos preces se rezó por sus padres; en la segunda, por su tío, el que la crió y a quien ella considera el abuelo de sus hijos.
Es la mano de ella la que quise tomar, no las de Righi. Kunkel, Bonasso, Vertbinsky, Duhalde, viejos montoneros devenidos funcionarios, ni menos las del matrimonio Kirchner, montoneros advenedizos y de pacotilla. La actitud ante estos enemigos de la Patria, a la que están desollando, ahora, la expliqué claramente en un programa de televisión y en varios escritos públicos. Me parece que corresponde hacerlo allí, en esos ámbitos. Además, a esta altura de mi vida, creo que nadie tiene derecho a tomarme examen de ortodoxia y de fidelidad a mi militancia nacionalista. Por otra parte, el sentido exacto de esa oración por todos, lo explicó con absoluta claridad y precisión el sacerdote en su homilía. No creo que nadie que se proclame católico pueda discutir u objetar la autoridad de esa palabra.
Jordán Bruno Genta fundó una familia que lo ama, lo admira y lo venera. Tiene un bisnieto que lleva su nombre. Pero tengo muy en claro que, como familia, no somos los dueños de su memoria. Que cada cual lo recuerde como quiera. A todos respeto y a nadie obligo a tener la imagen que yo tengo de mi padre ni nadie tampoco puede tener los recuerdos que yo guardo de él.
Sólo quisiera poder expresarme mejor para compartir con los viejos y nuevos amigos algo de la magnífica humanidad de mi padre, de esa inmensa caridad con que enseñó la verdad. Él hizo vida el lema Caritas in Veritate, la Caridad en la Verdad.
María Lilia Genta
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